jueves, 26 de julio de 2012

Princesa de Dios

Juré que nunca seria una princesa. Lo juré cuando tome mis armas de papel y de carton. Lo prometí refugiandome tras mi translucido escudo de cristal.
Lo imploré, casi, mientras hacía frente a la batalla feroz, con mis pobres armas.

En medio de aquella batalla, el rey me mando a llamar.
Justo cuando mi escudo se partia en miles de pedazos que se hundian cruelmente en mi rostro.
Justo cuando mis armas ardían en las llamas lanzadas por el enemigo.
Justo en ese momento, el rey me mando a llamar.

Me recordó que era su hija, con misericordia y con paciencia. Me cargó en sus brazos hasta el feliz hogar, me sento a su mesa, y partio el pan ante mi. 
Me entrego mi corona, reluciente en oro, falta en perlas. 
Me entrego un escudo construido de fé.
Me dio un arma refulgente en palabras santas.

Me animo a volver a la batalla.

Solo que esta vez, Él irá conmigo.

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